Eso misma sensación, la he sentido hoy. Cuando al leer los periódicos de la mañana me he enterado que la socialdemocracia finalmente nos ha abandonado y el Estado como garante del bienestar social ha pasado a mejor vida.
Al coartar hasta lo ínfimo, 0.04% del PIB en 2020, la capacidad de un Estado para adquirir déficit, le impedimos invertir en mejorar la sociedad, en darnos un futuro. Pero esto que podría a ver sido una simple riña, algo que unas buenas sesiones de terapia curara, se convierte en divorcio al incluir en la ecuación la concatenación de contratos temporales de manera indefinida.
Lo cierto es que el símil de la ruptura no acaba de encajar, no, esta despedida se asemeja más a un perro despidiéndose de sus genitales tras una castración. Pues, lamentando lo escatológico de la metáfora, hemos castrado al Estado, pues nuestra vecina maruja (las empresas de rating) no quiere que nuestro fiel guardián pueda preñar a su caniche de diseño (controlar el mercado).
Así que adiós, Estado, siempre te quise y siempre lo haré. Te esperare si algún día quieres volver.
PD: espero que no pasen 500 años, como con Roma, para que el imperio de los mercados y empresas de rating caiga.